martes, 5 de septiembre de 2023

Gracias, Nevenka


Nevenka Fernández, cuando dimitió en 2001 como concejal de Ponferrada tras ser acosada sexualmente por el entonces alcalde de la localidad, Ismael Álvarez. EFE
PILAR MERA
25 AGO 2023 - 05:00 CEST


El País.

La mayoría de la sociedad ya no comparte los discursos machistas en buena medida por mujeres como la concejala de Ponferrada acosada por su alcalde hace 22 años

 “Porque tengo 26 años y dignidad”. Así anunciaba Nevenka Fernández su dimisión como concejala de Ponferrada. Su denuncia contra el alcalde, Ismael Álvarez, terminó en la primera condena por acoso sexual para un político español. Era marzo de 2001. El Código Penal recogía el acoso como delito desde 1995.

22 años después, su intervención aún impresiona. Su apariencia frágil. La rotundidad de sus declaraciones. Menuda, ojerosa, el pelo recogido, un par de mechones rebeldes. Una chaqueta gris de lana gruesa donde su cuerpo parece perderse. El llanto agazapado, asomándose en algunas palabras vibrantes que amagaban con engancharse en su garganta.

Habían mantenido una breve relación y cuando le puso fin empezó su infierno, afirmó. El juez le dio la razón, pero medio mundo la condenó. “Acosar sexualmente a una mujer con la que se ha cumplido holgadamente el sexo se me antoja una contradicción”, diría un periodista. Muchas personas parecían entender que la aceptación previa impedía cualquier queja posterior. Como si una relación, pasada o incluso viva, diese carta blanca por encima de la voluntad.

“No le perdonaron que fuese guapa y ambiciosa”, afirmó su abogado, Adolfo Barreda. “Me extrañó verla tan dejada”, sostuvo un testigo sobre su aspecto el día que dimitió. “Por muy disgustada que estuviera... no me lo creo”. “Usted no era una empleada de Hipercor que tuviera que dejarse tocar el culo para asegurar el pan de sus hijos. Podría haber dejado su trabajo”, le espetó el fiscal.

Ismael Álvarez dimitió tras su condena. 4.000 personas se manifestaron a su favor. Celia Villalobos calificó la sentencia de “profundamente positiva”, pero no se escucharon más voces favorables en su partido. Nevenka apenas contó con el apoyo de sus padres, su abogado y su futuro marido. También el de Charo Velasco, su rival política, y el de su psiquiatra, quien la animó a denunciar como primer paso para poder seguir adelante. Las asociaciones feministas de la zona organizaron movilizaciones para respaldarla, aunque alcanzaron un tímido resultado. Nevenka no regresó a Ponferrada ni encontró trabajo. Rehízo su vida fuera de España. Ismael Álvarez volvió a la política proclamando su inocencia. Sus apoyos lamentaban “su mala suerte”. Nevenka ganó el juicio penal, pero perdió el popular en una sociedad que aún se ponía de perfil en estos temas.

Desde que este domingo empezó el clamor popular contra el beso por la fuerza de Rubiales a Jenni Hermoso, he pensado mucho en Nevenka y en aquella sociedad. Que esta vez las voces cuestionen al agresor es motivo de celebración, como lo será que Rubiales tenga que asumir las consecuencias de sus actos. También la respuesta mayoritaria frente a las reacciones machistas y revictimizadoras de cierta prensa deportiva, tertulianos o el submundo tuitero de alergia enraizada al feminismo, siempre a la contra. Eso no convierte a España en el país de inquisidores sugerido por algunas pseudodisculpas, una dictadura donde impera la censura. ¡Como si estos discursos no saliesen en medios de máxima audiencia! Sucede que hoy la mayoría de la sociedad ya no los comparte y muestra contundente su rechazo. En buena medida, gracias a mujeres como Nevenka.