martes, 26 de enero de 2021

Me acosan en Facebook


Este largo comentario me ha dejado un filosofo en Facebook. Se ve que lo traigo por la calle de la amargura.

"Os traigo unos breves apuntes a propósito de una cuestión tóxica que lleva un tiempo incordiando en nuestro país y que, a pesar de su simpleza, se agarra como una lapa a las neuronas y parece imposible de extirpar. Más o menos es lo siguiente: ciertas izquierdas llamémosles “socialistas”, en su lucha contra el franquismo (tenue, porque al final el dictador acabó muriendo de muerte natural y en olor de multitudes) coincidieron en el odio al dictador y a sus secuelas con otras fuerzas políticas que también parecían que se enfrentaban a Franco (del que algunas de ellas no habían conseguido más que canonjías, por ejemplo, el carlismo navarro-vascuence o la oligarquía barcelonesa), sin darse cuenta de que estas otras fuerzas no tenían nada que ver con ellos ni en planteamientos, ni en objetivos ni en ideales. Es más, que incluso no estaban dispuestos a aceptar ni los más elementales principios de un estado social-demócrata.

Ya había ocurrido algo parecido en ese momento dramático de la II República, donde se encontraron los tirios y los troyanos sólo en su furor contra el Rey, sin que entre unos y otros hubiera ni el más mínimo atisbo de acuerdo, y lo que salió de tal faena fue un país ingobernable, el asesinato a la orden del día y dos golpes de Estado (a pesar de que efectivamente la República fuera necesaria, lo cual no quita ni justifica de ninguna de las maneras la chapuza gigantesca en la que se convirtió nada más nacer, tornando imposible idealizar un régimen que no dio más que sufrimiento y malos tragos, aunque en el imaginario perturbado aparezca como el mismísimo Xanadú plagado de unicornios rosas puestos de Prozac).

Al final, por estos tiempos, gracias a la reducción simplista y boba que se ha operado sobre la complejidad de lo político, lo que tenemos es que se ha pretendido encerrar a todos en la simpleza de dos únicos grupos: a unos, a los que no aceptan el régimen del 78 porque lo juzgan una herencia del franquismo, borbónico y opresor del “pueblo” (siendo “pueblo” la entidad metafísica que uno necesite en cada caso para justificar lo suyo) se les adjudica el carácter de “antisistemáticos”, y a los otros, a los comúnmente llamados de “derechas”, se les confina como siervos del poder orgánico, acusados de las mayores atrocidades por el mero hecho de intentar defender la Constitución de este país que más libertades y más igualdad ha dispuesto.

Y esto lo admiten sin que les importe mucho reparar en que bajo el rótulo “antisistema” podríamos encontrar seres de tan desigual condición: los adolescentes que se dicen anticapitalistas o comunistas -desde la frivolidad del pijo desocupado (las hermanas Serra son paradigmáticas) hasta la mostrenquez del presunto anarquista pueril, okupa, vegano o queer-; los partidarios de los partidos oficiales que captan la voz del pueblo, como receptores de microondas; los nacionalistas de todo pelaje y los fundamentalistas democráticos (según el término de Gustavo Bueno) que no están dispuestos a aceptar más democracia que la perfecta, y que por tanto se pasarán la vida y siete más que tuvieran echando pestes.

En suma, un gazpacho indigerible que produce situaciones tan confusas como la que acaece con el pobre de nuestro camarada Mugriento, incapaz de darse cuenta de que su defensa de los arrebatos febriles de los supremacistas catalanes o vascos es ridícula, porque, por mucho que parezcan oponerse como él a los Borbones y pretender otro tipo de Estado más justo y todo eso, en el que buscan ellos, cortijero y trufado de racismo y de muertos de un tiro en la nuca, él no es más que otro español asqueroso.

Para un tipejo como Torra, que cuando se mira al espejo se cree el hermano guapo de Gerard Piqué, un pacense ni siquiera llega a la altura del chimpancé. Pero nuestro camarada vetusto no se dará cuenta del desaguisado porque todavía vive una vida en blanco y negro de pantalones de pana raída y guardia civiles con tricornio. Esa vida de la que algunos partidos (de un lado y de otro) por interés propio, egoísta y sinvergüenza, no tienen ninguna intención de dejarnos salir. Me contó una de sus nietas que la gran señora que presidía uno de los linajes champañeros de Sant Sadurní no permitía hablar catalán durante las comidas, cuando se juntaba la familia. Antes de que llegasen las muchachas dominicanas y las filipinas a trabajar en las casas las que lo hacían eran las de Lérida, y el catalán era la lengua del servicio." (A.S.)

Pauline Talens-Péri. La memoria histórica en Francia. El gobernador que salvó vidas y murió fusilado

 

Talens con su mujer y Pauline

Pauline Talens-Péri fue hasta hace una década Pauline Péri. A secas. Impulsora de una asociación por la memoria en Francia, esta niña de la guerra recuperó su propia memoria con el nuevo milenio cuando, con los 60 más que cumplidos, ganó un apellido, el de su padre natural. De Vicente Talens Inglá, gobernador civil de Almería en plena Guerra Civil, poco o nada supo su hija hasta el fallecimiento de su madre, Pauline Taurinya.

La madre de Pauline fue mujer y oficial de enlace del líder comunista André Marty, quien se labró el sobrenombre del carnicero de Albacete por los numerosos fusilamientos que ordenó durante su etapa al frente de las Brigadas Internacionales.

"Mi madre le abandonó por Talens. Había sido espía de Marty, así que no hablaba mucho. Nunca dijo nada de Almería, ni de mi padre". Pero sus pocos recuerdos los descubrió en una caja que su madre ocultó a lo largo de seis décadas. Contenía no más de seis fotografías y varias postales remitidas desde la Modelo de Valencia, donde Talens fue encarcelado en su intento de reunirse con su pareja y su hija, en el exilio desde marzo de 1938.

Su padre fue un comunista que salvó la vida a decenas de franquistas

"Hasta entonces no tenía ninguna información", apunta sobre el descubrimiento que le permitió completar el complejo rompecabezas de su vida. "Fui una niña de la guerra nacida de una peculiar historia de amor", dice, emocionada, en Almería, ciudad en la que nació en octubre de 1937. No había vuelto desde que tuvo que huir de ella seis meses después de nacer, cuando expiró el mandato de Talens. Huyó, así, de la Guerra Civil y se topó de bruces con la II Guerra Mundial. "A la gente de mi generación nos decían que no teníamos que llorar, porque habíamos sobrevivido y ese no era el plan".

Con dos años vivió en primera persona, junto a su madre, su abuela y su tía, la conversión del campo de Rieucros (Francia) en un centro de internamiento de mujeres. Por él pasaron desde octubre de 1939 cientos de republicanas, activistas antifascistas en general, gitanas y judías. No había celebrado su quinto cumpleaños cuando los franquistas fusilaron a Talens en Paterna (Valencia), y los nazis hicieron lo propio con su tío y padre adoptivo, el diputado comunista galo Gabriel Péri.

Pauline ayer escribió un capítulo más en esta trayectoria, la del retorno a sus orígenes donde, a iniciativa del Instituto de Estudios Almerienses y del historiador Antonio Ramírez, participó en una mesa redonda en la que rescató de la desmemoria a su padre, un comunista que salvó la vida a decenas de franquistas y cuyo principal legado fue su impulso a los refugios subterráneos construidos en Almería durante la guerra.

A la pregunta de si intentará recuperar sus restos de la fosa común de Paterna en la que fue enterrado, responde sin titubeos que no. "Es por mi filosofía oriental", afirma, entre risas, esta mujer hecha a tirar de humor para encarar las adversidades de su vida.

lunes, 4 de enero de 2021

Isabel Burdiel: “Tenemos más historia que la Guerra Civil y el franquismo”

 En la entrevista, Isabel Burdiel (Badajoz, 63 años), historiadora, autora de dos biografías que retratan España, la de Isabel II y la de Emilia Pardo Bazán, toma té, parte de su herencia anglosajona. Estudió en Irlanda, en Inglaterra, en Estados Unidos, “y como allí no había café, ahora me gusta más el té”. Un factor más importante: heredó de ese largo viaje de estudios su respeto por la opinión de los otros, cuya carencia es una de las heridas más graves del pensamiento y la historia de España. Habla por Internet desde Valencia, donde es catedrática de Historia en su universidad. En mayo se abrirá en la Biblioteca Nacional una exposición comisariada por ella sobre la figura poliédrica de Emilia Pardo Bazán, fallecida hace cien años.

Pregunta. En su último artículo rinde homenaje a Santos Juliá: “Restituir la memoria de Emilia Pardo Bazán, una de las grandes escritoras de su generación, parece que puede ser la mejor manera, no de olvidar (como escribió en su momento Santos Juliá) aquellos años violentos, que no agotan nuestra historia contemporánea, que no pueden constituirse en su referente primordial”. Curioso que este año que ha terminado tenga como símbolo final a doña Emilia y su Pazo de Meirás que fue usurpado por el dictador.

Respuesta. El recuerdo de Santos Juliá y su magisterio son para mí muy importantes para establecer las relaciones entre historia y memoria. Creo que Juliá es, probablemente, quien de manera más objetiva y ecuánime ha tratado este tema. Y sobre Pardo Bazán lo que yo quería plantear es que, obviamente, en el nuevo Meirás tendrá que haber referencias a la etapa de Franco. Lo que yo quería decir es que somos más que la Guerra Civil y el franquismo. Tenemos también otra historia y, para mí, hacer memoria no significa hacerla exclusivamente de los años violentos, del franquismo y de la Guerra Civil. Lo interesante que tiene Pardo Bazán es su capacidad para tender puentes entre las dos Españas, para ver el mundo. Es muy importante reivindicar eso ahora. Ella fue una mujer llena de ambivalencias, que me planteaban un problema y me turbaba mientras escribía sobre ella. Hasta que comprendí que, en su caso, se podía ser conservadora y progresista a la vez. Ella podía ser conservadora en algunos aspectos políticos y, sin embargo, si tenemos una noción amplia de lo político, la defensa de los derechos de las mujeres es política también, y en eso ella era realmente radical. Piense en los grandes escritores del XIX: hasta Madame de Staël y Virginia Woolf había una especie de vacío, no hay nadie que exprese una defensa radical de esos derechos. Me interesa su ambivalencia, porque la historia lo es también, no hay una sola corriente.

P. ¿Cuál sería el factor progresista y cuál el conservador de doña Emilia?

R. Era progresista en el sentido de que creía claramente en la libertad de pensamiento, en el libre albedrío. Ella era muy católica, muy individualista, muy singular, y era muy progresista en ese aspecto de los derechos de las mujeres. Sin embargo, de su juventud carlista le quedó una idea de la época, la necesidad de unas élites ejemplares que guiasen al pueblo. Ejemplares siempre. En ese sentido era muy elitista, algo que tiene que ver también con la época.

P. ¿Ha seguido la reciente polémica sobre la llamada lengua vehicular?

R. A veces hay polémicas un poco fabricadas. El tema del español como lengua vehicular procede de la ley que dejó el ministro Wert. Creo que no hubiera sido necesario tocarla, a no ser que con ello se intente contentar a los que nunca serán contentados del todo. Enardecer a la gente con eso es también profundamente peligroso. Crear, por parte de responsables políticos, la crispación presente es crear un monstruo de Frankenstein que se volverá contra ellos, y desgraciadamente se volverá contra los que no creemos en esa crispación.


P. En su artículo hay un cuestionario implícito de los temas que vienen. Por ejemplo, cita usted al padre de Pardo Bazán diciéndole a su hija: “Si te dicen alguna vez que hay cosas que pueden hacer los hombres y las mujeres no, di que es mentira, porque no puede haber morales para los dos sexos”…

R. El padre de Pardo Bazán era un liberal progresista que está hablando con ella en los años cincuenta del siglo XIX, desde una cultura católica progresista. No puede haber dos morales para los dos sexos, ni dos tipos de alma. Las almas no tienen sexo. Y eso es profundamente progresista. Lo que ocurre es que la historia no transcurre de manera lineal hacia algún lugar. Y si ha habido unos logros, éstos no se pueden revertir. El último tercio del siglo XIX pudo haber sido mucho más conservador respecto a las mujeres que la primera mitad de ese siglo. Hubo un retroceso importante. Por eso hablaba de cuál es la memoria que queremos recuperar, cuál es la memoria importante para un proyecto político progresista y de consenso.

P. Y a lo largo del siglo XX mire lo que ocurrió: una dictadura de la que sigue habiendo nostálgicos.

R. Este es el problema. Y es una de las cuestiones que hay que tener en cuenta para no repetirlo. La historia es muy importante. Lo saben muy bien los psicólogos sociales, y los psicoanalistas. No puede servir para agrandar el trauma, para repetirlo una y otra vez… En las guerras yugoslavas la historia estuvo al servicio de la repetición del trauma de los nacionalismos enfrentados. La historia tiene que servir para sanar el trauma y crear otro relato, y es un poco el aliento de lo que yo he hecho con Pardo Bazán, lo que he querido hacer con el siglo XIX, que es la historia que me interesa. Estamos borrando los matices, y esto es letal. La historia, si sirve para algo, es para evitar precisamente eso. Aunque no es muy popular ni da para titulares.

P. ¿Y cómo ve usted, en este la monarquía de los Borbones?

R. Lo que está ocurriendo con Juan Carlos I es sin duda decepcionante. Una manera muy triste, y totalmente innecesaria por su parte, de acabar una trayectoria política fundamental para entender la consolidación de la democracia en España. Si Juan Carlos I no fue en absoluto por detrás de las demandas políticas de la ciudadanía española (como sí lo hicieron algunos de sus antepasados y en concreto Isabel II), sí que lo ha hecho en el fundamental plano simbólico de la institución. Ambas cosas deben distinguirse, aunque están estrechamente relacionadas. Esa relación es el problema a solventar actualmente para los que seguimos apoyando la monarquía en este país.