viernes, 17 de febrero de 2023

Seamos científicos: las vacunas no salvan vidas (ni los médicos)

 


Por Juan Gervas. Doctor en Medicina. Médico General jubilado.

8 de octubre de 2016 (16:44 CET)

Una mala utilización del lenguaje hace que, en ocasiones, como sucede con las vacunas, llegue a pensarse de ellas con unas propiedades que no tienen, como cuando se asegura que la vacunación evita la muerte. La realidad es que, en determinados casos, puede evitar la muerte por una causa, pero no acabar con una condición esencial de la vida, la muerte.

Ley de Hierro de la Epidemiología

Los humanos nacemos y morimos y, si tenemos suerte, nos reproducimos. La muerte es el destino final de los humanos. Por  eso decimos que “quien nace muere”, expresión que sintetiza la Ley de Hierro de la Epidemiología http://equipocesca.org/los-danos-provocados-por-la-prevencion-y-las-actividades-preventivas/

Es una falacia “la muerte evitada”. Nadie puede evitar que los humanos terminemos muertos. Sea cual sea el final concreto, la muerte es el final, sin más. Lo analizaron bien Petr Skrabanek y James McCormick en “Falacias y desatinos en Medicina” ("Follies and fallacies in Medicine”) http://www.casadellibro.com/libro-sofismas-y-desatinos-en-medicina/9788475924571/333622

De hecho, Iona Heath resumió que “los cuerpos encuentran la forma de morir” para definir dicho final por mucho que se empeñen los médicos y la Medicina http://www.katzeditores.com/fichaLibro.asp?IDL=80

Los médicos no evitamos muertes

Las vacunas y los médicos pueden lograr el beneficioso bien de evitar algunas causas de muerte y de prolongar vidas

Hay muchos médicos (y otros profesionales sanitarios) que creen evitar muertes. Creen sinceramente que con su trabajo evitan muertes, pero ello es absurdo y refleja ignorancia y arrogancia. Arrogancia en cuanto ningún médico, ni nadie, evita muertes (insisto en la falacia de la muerte evitada y en que los cuerpos encuentran la forma de morir). Siempre se cumple inexorablemente la Ley de Hierro de la Epidemiología, de forma que moriremos todos los que hemos nacido. Los médicos no podemos prometer ni vida terrenal eterna ni, mucho menos, juventud eterna. Conviene la humildad.

El creer que evitamos muertes refleja también ignorancia, pues la arrogancia ciega y no vemos lo obvio, que los médicos sólo evitamos algunas muertes en el momento pero que, al final, todo el mundo muere (los médicos incluidos). Se pretende ignorar esta acción beneficiosa temporal transformándola en constante. Es un poco la aporía de Aquiles y la tortuga (de Zenón de Elea): si dividimos el tiempo en pequeñas fracciones, al cabo la muerte nunca alcanzará al paciente pues lo “salvamos de morir” en cada instante. Ofuscados, los médicos tenemos la impresión de que “salvamos vidas”.

Las vacunas no salvan vidas

Cuando Unicef y otros organismos declaran que “las vacunas salvan anualmente entre 2 y 3 millones de vidas” son tan ignorantes y arrogantes como los médicos http://www.unicef.es/actualidad-documentacion/noticias/las-vacunas-salvan-vidas

Se repite con fuerza el mantra de una letanía que tiene por latiguillo: “las vacunas salvan vidas”, pero ninguna vacuna salva ninguna vida. Las vacunas, como los médicos, no pueden salvar vidas porque todo el que nace muere (Ley de Hierro de la Epidemiología). Las vacunas no pueden evitar que los vacunados mueran al final, como todo el mundo.

Además, ninguna vacuna tiene un 100% de eficacia. Por ejemplo, puede incluso fallar una de las mejores, la del tétanos. Hay casos descritos de tétanos en pacientes correctamente vacunados, e incluso en enfermos vacunados que tenían altos niveles de anticuerpos antitetánicos. Es bien cierto que en estos casos la probabilidad de muerte es muy baja.Las vacunas (y los médicos) cambian causas de muerte y prolongan vidas. Las grandes campañas mundiales de vacunación van de la mano de fundaciones y sociedades de capitalistas que promueven su función filantrópica  y su ideología.

Para decirlo correctamente, las vacunas (y los médicos) cambian causas de muerte y prolongan vidas, que no es poco. Así, la vacuna contra la rabia evita la muerte por rabia; es decir, evita una causa de muerte y prolonga la vida. Pero nadie puede creer que la vacuna de la rabia “salve vidas”, pues los vacunados no morirán probablemente de rabia pero sabemos que morirán por otra causa (Ley de Hierro de la Epidemiología).

Las vacunas y los médicos pueden lograr el beneficioso bien de evitar algunas causas de muerte y de prolongar vidas. De hecho, nadie muere ya de viruela, por efecto de la vacuna contra la misma. También han disminuido las muertes por tétanos, por la vacunación. Etc.

Además de cambiar causas de muerte, las vacunas y los médicos prolongan vidas. Es decir, por ejemplo, quien no muere de rabia tiene oportunidad de vivir más, de vivir más tiempo. Esta vida puede ser más fructífera si la vacuna evita daños, por ejemplo en el caso de la vacuna del sarampión si evita las encefalitis consecuentes a la enfermedad (en un uno por mil de los pacientes; hay que decir que la vacuna produce lo mismo, pero en una frecuencia mil veces menor, de uno por millón de vacunados). Filantropía, capitalismo y vacunas que salvan vidas. Vacunas sí, pero no sólo vacunas. Es clave preguntarse qué vida sigue a la vacunación

Las grandes campañas mundiales de vacunación van de la mano de fundaciones y sociedades de capitalistas que promueven su función filantrópica imponiendo sus agendas, y su ideología. Su ideología no incluye la Ley de Hierro de la Epidemiología, que intentan ignorar.

No hay nada como visitar un país en desarrollo (“pobre”) para ver la fuerza del filantro-capitalismo que, por ejemplo, organiza los servicios en torno a programas “verticales”, tipo SIDA. Así, el paciente que tiene la “suerte” de padecer SIDA entra en el programa y recibe todo tipo de atenciones. Si no tiene SIDA, queda abandonado a su suerte; por ejemplo, a no poder siquiera tener acceso a insulina y morir por diabetes. SIDA sí, pero no sólo SIDA, sino una atención horizontal, de atención primaria (menos vistosa y vendible, pero más científica y humana). El filantro-capitalismo se centra en la biología e ignora los determinantes sociales https://saludpublicayotrasdudas.wordpress.com/2015/04/26/filantrocapitalismo-i/

La filantropía capitalista de las vacunas transmite ideología y falsa ciencia, para proteger sus intereses, y por ello promueve la idea de que “las vacunas salvan vidas”. Su interés es la espectacularidad de la eficacia de las vacunas, sin pensar “¿qué pasa después?”. Después no importa. Por ejemplo, no importa si el niño bien vacunado muere por apendicitis al faltar un sistema sanitario que ofrezca siquiera cirugía de urgencia. Por supuesto, tampoco interesa si el niño “salvado por la vacunas” muere a continuación de hambre.


Vacunas sí, pero no sólo vacunas. Para el filantro-capitalismo la cuestión es: “dispara las vacunas, ponte las plumas y desaparece”. El caso puede llegar a ser sangrante. Por ejemplo, si se logra desarrollar una vacuna contra el Ébola, que se pondrá sin más, olvidando todos los problemas de desarrollo social y sanitario, en poblaciones pobres, mal nutridas y sin acceso a lo más mínimo http://joh.sagepub.com/content/46/1/149.abstrac

La falsa idea sin fundamento científico, ni ético, de “las vacunas salvan vidas” lleva al tremendo mundo de la razón instrumental, donde lo clave son dos preguntas: 1/ ¿es posible? y 2/ ¿es útil? Se evita la tercera y crucial pregunta: ¿cuáles son las consecuencias?


Resumen

Vacunas sí, pero no sólo vacunas. Las vacunas cambian causas de muerte y prolongan vidas. Las vacunas no salvan vidas. Es clave preguntarse qué vida sigue a la vacunación. Es puro filantro-capitalismo el disparar las vacunas y desaparecer tras ponerse las plumas