Jordi Amat
09 jul 2023 - 05:00 CEST
Ni en las primeras elecciones democráticas se presentó una candidatura cuyo programa entroncase tan nítidamente con la ideología y la política franquista
El 23 de julio es, sin duda, una oportunidad histórica. Si votas a Vox, votas a Franco en 2023. Ni en las primeras elecciones democráticas se presentó una candidatura cuyo programa entroncase tan nítidamente con la ideología y la política franquista. Nunca como ahora, que ya cogobierna en diversas autonomías, había tenido tantas posibilidades de regresar al poder Ejecutivo del país. Nada parecido desde 1977. Porque Blas Piñar y sus nostálgicos eran otra cosa, cómo vas a comparar. Aquel diputado facha era la variante patriotera del neofascismo internacional que había tenido en Madrid una de sus capitales de referencia, como acaba de documentar el libro de Pablo del Hierro. Lo de Vox, por el contrario, es una actualización perfecta de la nación imaginada por el reaccionarismo español excluyente: establece una conexión directa con las ideas, los valores y el modelo de desarrollo que impuso el franquismo.
Adaptada al presente trumpista y de ansiedad soberanista, hoy Vox combate lo mismo que combatía el franquismo. Vota nacionalismo reaccionario y aislacionista. Vota contra la Constitución y la UE. Esto es lo que propone el partido en las 178 páginas de su programa electoral.
Empecemos por la agenda de valores que se propone en su electoralista manifiesto nacionalpopulista. Derogación de la ley del aborto, validada hace cuatro días por el Constitucional, y derogación de la ley de la eutanasia. En relación con las medidas para combatir la violencia machista, derogación de la ley de violencia de género. Sobre los referentes memoriales que el Estado ha impulsado para cohesionar una sociedad democrática, abajo la Ley de Memoria Democrática porque es divisiva. A cambio, en las escuelas, impugnando la mejor historiografía de las últimas décadas, difundir la identidad a través de las gestas de los héroes nacionales dentro y fuera de las fronteras porque es necesario poner en valor “la aportación de España a la civilización”. Visualiza a las Fuerzas Armadas siempre que sea posible y añádele un poco de coros y danzas.
Sigamos con una política exterior que modificará la de las últimas décadas. Para empezar el establecimiento de una confrontación con Marruecos, cerrando mercados y tensando la situación de Ceuta y Melilla. A la hora de asociarse a proyectos trasnacionales, impugnar la dinámica actual de la Unión Europea mientras se apuesta por reforzar los lazos con los poderes reaccionarios de Estados Unidos y América Latina a través de la Iberosfera (le llamábamos Hispanidad) y avanza así en la metamorfosis de Madrid en Miami. En la misma lógica, adaptando el franquismo exterior a su concepción interior del país, negar la realidad política de España como estado compuesto. Si ha de ser una y grande, porque libre es lo de menos, primero será necesaria la demolición del modelo territorial constitucionalizado. Que los Gobiernos autonómicos no tengan capacidad ni política y legislativa, que sean, simplemente, organismos meramente administrativos y dejen de ser chiringuitos. Y con el mismo objetivo, para acabar con el separatismo, ahogar las políticas que aún protegen el uso decreciente de las lenguas minoritarias, biliosa Constitución, haciendo prescindible su uso en las comunidades donde son cooficiales.
El sujeto que ha de encarnar esta renovada grandeza de España es el agricultor o el ganadero castigado tanto por las políticas medioambientales como por las directrices comunitarias. Él simboliza mejor que nadie la oposición al Pacto Verde Europeo y a la Agenda 2030 y a la agenda globalista, un fantasma ideológico que es la translación perfecta del contubernio judío masón. Frente a esos intereses espurios y extranjeros, defendidos aquí por unas élites antipatrióticas, la agenda económica de Vox establece algunas prioridades: el impulso del turismo (en las Baleares, el acuerdo de gobierno apuesta por los cruceros), avanzar en la soberanía energética para la que no se descarta la construcción de nuevos pantanos o reforzar la industria del automóvil, combatiendo la legislación que prohíbe fabricar coches de combustión a partir de 2035. Todo contra “la religión climática”. No es una caricatura. Es su programa. Puede llegar al Gobierno. Vota a Vox, vota a Franco.