viernes, 20 de noviembre de 2020

Andrés Trapiello: “No hay vidas más importantes que otras, hay vidas bien o mal contadas“

El 4 de mayo de 1971, Andrés Trapiello (León, 1953) y su hermano no quisieron probar tarta en el cumpleaños de su padre. Fue la decisión más importante de su vida. Estalló una discusión violenta tras semanas de tensiones. La mesa se quedó en silencio ante los gritos de los tres, y sólo su tío, el cura, creyó cortés intervenir para gritar: “¡Yo he estado en una guerra, yo he estado en una guerra!”. Casi medio siglo después, Trapiello recuerda de ese tío suyo: “Era el hombre más bueno del mundo y en absoluto belicoso, pero no encontró un modo mejor de decirle a nuestro padre que contara con él si las cosas se ponían feas. Había sido sargento provisional; no sé quién pudo darle los galones”. Los hermanos Trapiello se fueron de casa en ese instante. A Madrid. El escritor se despidió de una chica que se encontró ese mismo día por la calle por segunda vez, la chica del coro. Ella lo acompañó al tren. “También dejaría este pueblo de mierda si tuviese valor”, le dijo. Él no la volvió a ver más. Muchos años después, un compañero de aquel coro le dijo que la muchacha se había suicidado y que había tenido un niño que se llamaba Andrés. “Vivirá acaso”, cuenta Trapiello en el libro Madrid (Destino, 2020), 500 páginas asombrosas sobre su vida en la ciudad, y la ciudad en su vida. Una memoria de Madrid, la ciudad desmemoriada, como pocas. Recibe Trapiello en su casa de la calle Conde de Xiquena el lunes 17 de noviembre. El sol entra por el salón. El escritor, protegido por una mascarilla, se deja caer en el sofá.

Pregunta. Cuenta en el libro que aquí debajo se vendió la primera heroína de Madrid.

Respuesta. El bar se llamaba el Tito’s, con apóstrofo, porque entonces eso lo encontraban en Madrid de lo más chic. Era 1978. Luego lo compró un cura belga, y lo convirtió en un bar de alterne de chicos. Le puso un nombre también muy bueno: Xanadú.

P. Y que movida viene de mover de droga.

R. Sí, eso era así. Movida era de moverse para ir a buscar droga. Se dijo muy al principio. Yo viví con uno que decía: “Bueno, te dejo, tengo que irme a la movida”, que era a comprar costo o perico, como él lo llamaba. Es curioso porque, cuando a Unamuno le hablaban de la ikurriña y de las esencias vascas, él decía que qué es eso de las esencias vascas, “si yo conocí al sastre que confeccionó la ikurriña que vivía en mi misma calle, no me hablen de esencias”, porque es algo de antes de ayer. Todo es de antes de ayer.

P. ¿Quién es esa persona?

R. [Sonríe] Uno de tantos, uno que se movía.

P. Escribe que en aquella época hay una renovación estética que lo es para distinguirse, pero también para liberarse.

R. Pero ahora es lo mismo, y vestís todos igual. No os dais cuenta, pero desde fuera se ve: los zapatos, las camisas, los pelos, las barbas. Todo el mundo tiene barba, como en el siglo XIX. Llegará un momento en que vuestros hijos detestarán las barbas y se dejarán un bigote a lo Clark Gable, no sé. Cada época, y cada generación, necesita distinguirse de la anterior para sobrevivir y para crecer. No puedes estar constantemente constreñido por el legado. La emancipación, en todos los sentidos, pasa también por la emancipación de la ropa y los suplementos.

P. Todo se recicla.

R. Es una de las teorías que yo tengo de Madrid. Como decía Cañabate, vamos de lamento en lamento, siempre estamos quejándonos de si han quitado esta cosa, o si han quitado la otra, o si han hecho esta cosa tan fea. Bien, pero todo acaba poniéndose bonito. El churrigueresco y ese barroco excesivo de Madrid los neoclásicos lo encontraban detestable y destruyeron lo que pudieron. A nadie se le ocurriría ahora tirar la fachada del hospicio donde está hoy el Museo Municipal. Incluso tiene una gracia inmensa, pues es un edificio que estuvo a punto de echarse abajo hace menos de cien años porque lo encontraban muy feo. A mí hoy los pantalones campana que yo llevaba me parecen espantosos, pero si mañana unos chicos los llevan me parecerá estupendo, porque lo que hace bonitas las cosas es el espíritu con que se viven, la juventud y la luminosidad con la que se vive eso. Hay muy pocas cosas feas, realmente, en cuanto a estética; morales hay muchas cosas feas. Y lo que encontrabas muy elegante al cabo de cincuenta años te da un cierto alipori, y al cabo de ochenta la gente lo vuelve a encontrar bonito. Estamos constantemente reciclando cosas que nos parecen espantosas.

P. Se ha estrenado Anatomía de un dandy, un documental sobre Umbral en el que se habla mucho de Madrid, como es natural. Y Ángel Antonio Herrera dice que la ciudad la describen, a finales de siglo, Sabina, Almodóvar y el propio Umbral.

R. Sí, claro. Pero en Madrid todo tiene una caducidad muy corta, lo que brilla lo hace como un fósforo: un fulgor que se agota pronto porque viene otro fulgor parecido. En los años noventa esos tres acaparan el fulgor de Madrid, pero ese Madrid se apaga inmediatamente y viene otro fulgor.

P. ¿Casi siempre de fuera?

R. Los de fuera a Madrid hemos venido por un lado a que nos dejen en paz, como dice tu paisano Rafa Latorre, y por otro a vivir. Como llegamos llorados de casa, la gente no te da la torrada constantemente y, como además es una ciudad donde no hay problemas identitarios de ninguna clase, no hay problemas de victimación.

P. Su libro es duro y tierno con la ciudad.

R. Es que la ciudad es oscura, pero el espíritu de los madrileños acaba haciéndola luminosa, y muy circulada, muy aireada. La gente no se fija mucho en lo feo de Madrid. Madrid es una ciudad que está constantemente destruyendo y, por contraste, es una ciudad donde los individuos están constantemente construyéndose. Esto es una paradoja, pero es así lo que ocurre. Madrid se está cayendo a pedazos siempre, pero al mismo tiempo es dónde más se ha construido. Y las gentes vienen a construirse y a hacer sus vidas. Y esa mezcla de las dos cosas produce esa impresión como de café irlandés, caliente y frío al mismo tiempo. Ese buen rollo es lo primero que perciben los forasteros.

P. Dedica unos párrafos al Madrid de Umbral y Cela.

R. Umbral conmigo se portó siempre maravillosamente. Le he encontrado un talento un tanto agreste, un tanto asilvestrado, pero lleno de fogonazos y de un cierto temblor. Cosa que no he encontrado en Cela. Así como Cela no me ha parecido nunca una buena persona, por lo menos literariamente, Umbral sí. Umbral era un hombre que se compadecía de las criaturas. Él es consciente de que sus libros solo pueden hacerse con los demás. Los libros de Umbral están hechos de gentes; los libros de Cela siempre los he visto hechos de Cela, y eso es lo que me separa de él. Hay una especie de desprecio a los personajes, por eso no entendía que se le dijera barojiano. Esto de la literatura es muy raro.

P. ¿Por qué?

R. Umbral detesta a Baroja y, sin embargo, es mucho más barojiano que Cela, que dice que le gusta mucho Baroja, cosa que no es verdad. Baroja sí tiene un punto de ternura hacia los personajes. En La busca, La lucha por la vida… esa trilogía es la novela cervantina del siglo XX.

P. Galdós.

R. Es el gran historiador de esta ciudad, el que más la ha humanizado. A Mesonero Romanos, por ejemplo, le interesan las piedras, las casas, el catastro, el urbanismo. A Galdós lo que le interesa son las personas. Lo que ocurre es que a las personas las pone en un decorado y ese decorado es Madrid y no sale en primer plano. Tú cuando estás leyendo Fortunata y Jacinta lo que te interesa es Fortunata, no la calle San Pedro, la Cava Baja, o el Rastro, que salen también. A quien sigues es a Fortunata. Pero el paisaje de Madrid que le da Galdós a sus personajes es también un paisaje moral. Es un paisaje estético que realza la belleza o el carácter de sus personajes. Y esto es lo que, en mi modestia, he tratado de hacer con el libro de Madrid.

P. Explíquese.

R. El libro de Madrid es un libro imposible de escribir, para mí por lo menos. Primero porque los libros de ciudades no se leen: impacientan, se hacen muy largos, buscas solo una pequeña cosa, la consultas y listo, y yo quiero escribir libros que se lean, no libros de consulta. Así que el libro de Madrid no sabía hacerlo de otra manera que contando una vida, que en este caso es la mía en la ciudad. Y un poco a la diabla, trenzando estos mimbres va saliendo el libro un adelante. Yo cuento mi vida y los lectores se interesan, porque los lectores se interesan por las vidas y los eruditos por otras cosas, como debe ser.


P. Tiene problemas con Larra.

R. Muchos. Larra es un escritor espléndido, de una lengua bastante cervantina, pero es un nihilista absoluto. Prácticamente no hay humanidad en él, es frío y calculador. Y además se suicida por una tontería, realmente. De puro nihilismo.

P. Bueno, tontería. Por amor.

R. En principio por una mujer. Yo le admiro muchísimo, me parece un retratista de la realidad fabuloso, pero se podría decir de él lo que decía Cervantes de La Celestina: “Libro a mi entender divino si no fuera tan humano”. A Larra se le podría decir lo mismo, escritor a mi entender divino, si no fuera tan humano. Es un hombre que dice que empieza a escribir porque le mueve la bilis. Yo no creo que de la bilis salga nada, de la bilis salen cosas biliosas.

P. ¿Era un romántico?

R. Es la figura por antonomasia del Romanticismo. Incluso el nihilismo, incluso el pistoletazo con el que se quita la vida. Si no hubiera tenido ese momento de ofuscación, un poco a lo tonto porque la víspera estaba hecho unas castañuelas… Es un suicidio que nadie se explica. Yo creo que se le fue un poco de las manos la cosa.

P. Usted estuvo presente en el desenterramiento de Azorín.

R. Ah, eso es fantástico. De las cosas más increíbles y menos azorinianas que he visto nunca. Azorín murió, el pobre, siendo una momia ya. Se conoce que se había conservado muy bien en la fosa y el alcalde de Monávar, que se asomó, le dijo al notario, juntando los dedos: “Clavado, está clavado”. El pobre notario medio vomitando, pálido completamente, porque tenía que ir a dar cuenta de que era Azorín, y decía: “No, no, vayan ustedes”. Estábamos como cuatro personas allí. Bajaron a la fosa dos sepultureros muy shakespearianos y oímos a uno que dijo, en lo más hondo de todo: “¿Lo quieren ustedes entero o a trozos?”. Todo esto era realmente siniestro pero tenía un lado purísimo: hacía un día azul, de primavera maravillosa de Madrid, y yo me acordé de que Azorín había estado en la exhumación de los restos de Espronceda y le cortó un botón al chaleco de Espronceda. Estaba también el alcalde, que era Rodríguez Sahagún, al que ya le habían declarado un cáncer y estaba ya un poco como Azorín. Y, a todo esto, la banda municipal atacando un pasodoble que se llamaba ‘El nuevo amanecer’. Esto es Madrid, esto lo sabe todo el mundo.

P. El caos.

R. ¡La mezcla! Desde el siglo XVII, desde que Felipe II llega a Madrid y en una misma calle hay tres conventos, una iglesia, siete tiendas, dos burdeles o casas de juego, y mucha gente que vive. Y todo eso en una calle de 30 metros, y se saludan, se conocen, se respetan. Esto ha pervivido hasta la actualidad.

P. En la Guerra Civil: “Una acera de la calle General Ricardos era nuestra y otra de ellos”.

R. De la Guerra Civil creo haber leído bastantes libros, pero de pronto te dice más de un asunto el testimonio de alguien anónimo que vivió ese momento, y ese detalle pequeño es mucho más gráfico que cuarenta tomos militares o políticos. Yo no he visto ninguna cosa más gráfica que esa descripción de General Ricardos.

P. Lo impresionante es que se supiera qué calle es, suelen levantarse cada pocos años.

R. Hay una cosa que me hace mucha gracia de Madrid: es una ciudad de la que hablan mal todos los madrileños, pero todos hablan muy bien de su barrio. El madrileño que ha venido de fuera, del campo, del terruño y que se instala en Madrid reproduce su pequeña provincia y sus pequeños hábitos allí donde está y eso le hace amar, y mucho, el barrio donde está.

P. Quizá más que a la ciudad, a las obras.

R. Obras hay en todas partes. La más importante que se ha hecho en Madrid, probablemente, es Madrid Río, y la cantidad de protestas que originó en un primer momento: que si era una obra faraónica, que si era una obra inútil, que qué vamos a hacer con el Manzanares. Hoy nadie podría prescindir de Madrid Río. Aquí en mi calle, en una de esas obras de verano, levantaron el asfalto y aparecieron los raíles del tranvía. Solamente eso te transporta al momento en que había tranvías y pensabas que ese tranvía sería el que cogía Antonio Machado para venir al café de las Salesas.

P. De Machado cuenta Alfredo Marqueríe que iba al barrio de San Antón a verse con una prostituta.

R. Se veía en la calle que para mí tiene el nombre más bonito de Madrid: Válgame Dios.

P. Y decía Marqueríe que se encontró con ellos, el poeta y la mujer, en una taberna de la red de San Luis, y que ella “se parecía de un modo estremecedor a la Leonor soriana”.

R. Igual que Leonor, sí.

P. Escribe que el día más importante de su vida es el día que llegó a Madrid.

R. Me bajé en la Estación del Norte. Me impresionó mucho la visión de la ciudad, de la que yo tenía solo la idea lejana de una excursión escolar. No me acordaba de nada y mi único conocimiento era por el Palé.

P. Así empieza el libro.

R. Con una maleta en un lugar donde se unen dos calles en el Palé y en mi vida, que es la Avenida de José Antonio —como se llamaba entonces a la Gran Vía— y la calle Leganitos; la calle más cara del Palé, y la más barata. El 5 de mayo de 1971, porque el 4 es cuando me echan de casa. Y cincuenta años después aparezco en un Comisionado de la Memoria Histórica de Madrid para cambiar las calles. Como un protagonista del Palé.

P. En esa comisión estaban todos los partidos.

R. Y el 95% o más de las decisiones que tomamos fue por unanimidad. Propusimos quitar el nombre de un franquista, pero pusimos el nombre de dos franquistas. Esto va contra la ley y estoy orgullosísimo de haber sugerido que se infringiera la ley y la ley se ha infringido en un pleno del Ayuntamiento dando una calle a Edgar Neville y otra a Mercedes Formica. Formidable. Ahora tienen calle contra la Ley de Memoria Histórica.

P. ¿Qué le parece la retirada de honores de Largo Caballero e Indalecio Prieto?

R. Largo Caballero no debe tener monumento, Prieto sí. El argumento en contra para mantener el monumento a Largo Caballero lo dio Paul Preston, que dijo: “Bueno, podría decirse de Largo Caballero que era un político mediocre, pero no un asesino”. Hombre, si tuviéramos que dar un monumento a todos los políticos mediocres en Madrid no podríamos salir de casa. Preston, que sale a defender a Caballero, lo hace como político mediocre porque no puede decir otra cosa mejor. Por tanto, ¿qué hace teniendo un monumento?

P. ¿Por qué dice sentirse viejo y nuevo en Las Vistillas?

R. Porque todos nos quedamos antiguos, pero lo importante es que vayas envejeciendo bien. Madrid, no se sabe muy bien por qué, envejece bien. Quizá porque se renueva. Y Las Vistillas es un ejemplo. Tiene un algo que es todavía muy humilde porque es donde empiezan los barrios bajos. Es el barrio más antiguo de Madrid, el barrio moro, porque lo otro era la ciudadela. Ha conservado siempre ese carácter modesto, popular. En las Vistillas se ponían los puestos de melones y sandías durante el verano, y a mí me parece, cuando voy allí, que ese Madrid provinciano todavía se conserva. Madrid el siglo XIX lo conserva muy bien, del XVII casi nada. Del XVIII muy poco. El XIX se conserva muy bien, entre otras cosas porque ha ayudado a conservarlo Galdós.

P. Cuenta cómo nace el Salón de Pasos Perdidos, sus volúmenes de diarios: “El día en que me dije que quizá valga la pena contar lo que me pasaba a gentes que tampoco esperaban que se lo contara”.

R. El diario es un lugar donde vives con reposo lo que has vivido, nada más. Con reposo quiero decir con reflexión y con intención, como en una obra literaria.

P. Un diario, dice, es un “tendría que haberle dicho, un tendría que haber hecho”.

R. Mis diarios no son una especie de desahogo, o un ajuste de cuentas, porque han pasado diez años y muchas de las cosas se han quedado muy antiguas. Se escriben como diarios y se publican como novelas precisamente porque les doy un sentido, cosa que la vida no tiene. Las vidas no tienen sentido. Tienen sentido las ficciones, por eso las novelas funcionan como ficción. En mis diarios, que ya son unas 14.000 páginas, de quien menos hablo es de mí.

P. Es mucha vida.

R. Una vez me preguntó alguien con mucha malicia que por qué alguien como yo, al que no le pasa nada, tenía un diario tan largo. Y le dije que porque hablo de gente como él y a mis lectores la gente como él les hacía muchísima gracia. Ese es el secreto de este diario.

P. La vida de un hombre corriente, entiéndase corriente como se quiera, puede tener tantas páginas como quiera. Perder un autobús contado con gracia pueden ser tres o cuatro.

R. Absolutamente. No hay vidas más importantes que otras, hay vidas bien o mal contadas. Hace muchos años conocí a la marquesa de Quintanar, Elena Escudero y Ohaco, mujer del marqués de Quintanar, dueño de Acción Española, uno de los más reaccionarios, y que fue la que pagó el avión de Sanjurjo para sumarse a la rebelión de Franco y viajó a Portugal a comprar armas. Luego Franco desterró a su marido a Mallorca. En fin, una vida de cuidado. En Planeta le encargaron unas memorias. Yo la había conocido y era divertidísima, contaba mil historias. Me he puesto a contar mi vida, decía, y lo que puedo contar no tiene el menor interés, así que llevo 16 páginas y no me da más. Tenía una buena vida, pero mal contada daba para 16 páginas.

P. Las cosas sólo le pasan a quien sabe contarlas, escribe Manuel Arroyo-Stephens en Pisando Ceniza.

martes, 10 de noviembre de 2020

La Comisión Europea avala la orden del Gobierno contra la desinformación


 La Comisión Europea ha avalado este lunes el protocolo del Gobierno español para luchar contra la desinformación, incluido en una orden ministerial publicada el pasado jueves. "El objetivo de la orden ministerial es garantizar la participación de España en el plan de acción de la Unión Europea contra la desinformación”, ha indicado en Bruselas el portavoz de la comisión, Johannes Bahrke. El visto bueno europeo al sistema español para prevenir, detectar y responder a las campañas de desinformación llega tras las quejas planteadas la semana pasada por el PP y Ciudadanos que acusaron al Gobierno de crear un “Ministerio de la Verdad” para decidir sobre los contenidos informativos y marcar la actuación de los medios de comunicación.

Bahrke ha recordado que la orden se limita a “actualizar el sistema nacional ya existente para prevenir, detectar y responder a las campañas de desinformación y establece las estructuras de coordinación”. En su opinión, el protocolo español “provee los instrumentos y los actores que garantizan la participación de España en los diferentes instrumentos establecidos por el Plan de Acción [de la UE] contra la Desinformación de 2018”.

El plan europeo estableció un Sistema de Alerta Rápida que dispara las alarmas en tiempo real cuando detecta campañas de desinformación que tengan como objetivo desestabilizar a la UE o a sus Estados miembros. Según el plan, cada país debe designar un punto de contacto, de acuerdo con su propia estructura institucional, para compartir las alertas con las autoridades nacionales de los otros socios europeos y garantizar la coordinación con la Comisión Europea y con el Servicio europeo de Acción Exterior. Bruselas considera que la nueva orden ministerial, que actualiza la aprobada en marzo de 2019 (de la que se informó a Bruselas, aunque no se publicó en España), “garantiza la participación de España en esos mecanismos de coordinación”.

El objetivo del mecanismo europeo es “facilitar que se compartan datos y valoraciones y coordinar la identificación del origen de las campañas de desinformación y la respuesta que se da”, señala una fuente comunitaria. La colaboración de todas las autoridades nacionales y de los organismos europeos permite, según esa misma fuente, “garantizar una mayor eficiencia de tiempo y de recursos en la respuesta”.

Desde 2014, la UE considera que las campañas de desinformación forman parte de la guerra híbrida que Rusia llevó a cabo en Ucrania, donde se combinó la agresión militar y la ocupación de una parte del territorio (Crimea) con un bombardeo de informaciones presuntamente falsas o manipuladas. Bruselas creó entonces una unidad (East Stratcom) destinada expresamente a rebatir las informaciones diseminadas por medios próximos al Kremlin.

Tras el conflicto ucraniano, la Comisión Europea redobló el contraataque para neutralizar la propagación de fake news durante las campaña de las elecciones al Parlamento Europeo en 2019. Y desde el inicio de la pandemia, ha vuelto a intensificar las medidas contra la posible intoxicación informativa.

En 2018, la Comisión instó a todos los Estados miembros a establecer planes y estructuras nacionales para detectar y contrarrestar las campañas de desinformación. En respuesta esa petición, el gobierno de Mariano Rajoy adoptó en marzo de 2019 el procedimiento de actuación contra la desinformación, pero no hizo público su contenido. Ese documento, actualizado por el Gobierno actual, se publicó en el BOE la semana pasada, lo que desató una tormenta de acusaciones desde la oposición.

El líder del PP, Pablo Casado, aseguró que denunciaría el procedimiento en las instancias europeas, en una repetición de los movimientos iniciados contra la reforma del Consejo General del Poder Judicial. En aquel caso, tanto la Comisión Europea como el Consejo de Europa reaccionaron de inmediato y advirtieron al Gobierno de que el proyecto de reforma del CGPJ podía contravenir los estándares europeos.

El viernes pasado, la Comisión Europea indicó que analizaría el protocolo contra la desinformación en el marco de la revisión que lleva a cabo de las medidas excepcionales adoptadas durante la pandemia. El organismo había interpretado que la orden se había aprobado ese contexto, error que de facto ha corregido este lunes al reconocer que el protocolo español respondía, precisamente, a la petición cursada por Bruselas en 2018.

Por su parte, la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, ha defendido este lunes el plan del Ejecutivo contra las campañas de desinformación, alegando que no tiene “absolutamente nada que ver” con la libertad de prensa, ideológica y de expresión de este país.

Tras una visita a la Fundación Pablo Iglesias, la ministra ha recalcado que el Gobierno “no tiene una sola mácula en relación a los medios de comunicación” y ha reprochado “a la derecha” que “se ha puesto de moda que cualquier cosa que no entiende o que no acepta va a Europa”. En su opinión, es una actitud “bastante poco entendible”, y se trata de hacer lo mismo que ya se hace en el resto de Europa.

"Hemos visto a grandes cadenas de televisión retirar en directo una información que consideraban que no era real para su población [en referencia a la interrupción de la emisión de la rueda de prensa de Trump en la que acusaba de fraude electoral] Estamos viviendo en un tiempo en el que en cualquier lugar del mundo la mentira se convierte en información y las democracias tienen que luchar contra esto porque forma parte de nuestro derecho constitucional”, añadió Calvo.

La vicepresidenta ha explicado que el Congreso de los Diputados “lleva años" intentado llevar a cabo un plan con este fin y que se trata de combatir “mentiras que desinforman, confunden y pueden alterar el funcionamiento cotidiano de la libertad de opinión, de prensa, ideológica". Lo están haciendo otros países europeos tenemos nosotros que hacerlo, ha insistido Calvo antes de preguntarse: “¿Hay algún partido político que no quiere luchar contra las calumnias para que nuestra democracia sea útil y esté limpia? El Gobierno no tiene dudas”.

El vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, también se ha manifestado en una entrevista concedida al diario argentino Página 12 antes de su viaje a Bolivia. Iglesias ha vuelto a cargar contra los medios de comunicación: “Tienen una línea editorial que está determinada por la estructura de propiedad que hay detrás, pero hasta hace un tiempo había una pretensión de verosimilitud, de cierta deontología; hoy en día, los poderes mediáticos que trabajan junto a la ultraderecha asumen que es legítimo mentir”. En su opinión, “la mayor amenaza para nuestros sistemas democráticos es la ultraderecha golpista y el comportamiento de determinados poderes mediáticos que desprecian la verdad”.

Por otra parte, la titular de Defensa, Margarita Robles, ha subrayado que “a ningún Gobierno, y mucho menos en democracia, le corresponde velar por lo que dicen los medios de comunicación". En declaraciones a Antena 3, la ministra ha reconocido que “quizá no se ha explicado bien” el protocolo contra la desinformación. Y ha subrayado que una cosa son las noticias falsas, que es responsabilidad de los medios de comunicación vigilar, y otra las campañas que “de manera organizada y maliciosa pretenden poner en cuestión instituciones democráticas”.

viernes, 6 de noviembre de 2020

El Gobierno vigilará las redes y dará una “respuesta política” a las campañas de desinformación

 El Gobierno hará una monitarización permanente de las redes a la búsqueda de noticias falsas y dará una “respuesta política”, estudiando la adopción de medidas de represalia, cuando se pueda atribuir a un Estado extranjero la autoría de una campaña de desinformación contra España. Así figura en el Procedimiento de Actuación contra la Desinformación, aprobado el pasado día 6 por el Consejo de Seguridad Nacional y publicado este jueves en el BOE por orden del Ministerio de la Presidencia.

El documento prevé la posibilidad de realizar campañas de comunicación para contrarrestar las noticias falsas, aunque no de censurarlas, pero deja en las manos exclusivas del Gobierno la potestad de decidir qué es desinformación. El protocolo actualiza el vigente desde marzo de 2019, que no se hizo público, y regulariza una actividad que se inició ya bajo el Gobierno de Mariano Rajoy.

 

La orden parte de la base de que el uso de noticias falsas dirigidas a desestabilizar un país o interferir en su opinión pública por parte de un tercer Estado constituye una forma de agresión; en especial, durante los procesos electorales, “cada vez más amenazados por la difusión deliberada, a gran escala y sistemática, de desinformación que persigue influir en la sociedad con fines interesados y espurios”. Aunque no menciona casos concretos, la interferencia rusa ha quedado acreditada en la campaña electoral estadounidense de 2016, que dio la victoria a Donald Trump, o en el referéndum del Brexit, en el mismo año.

A la hora de definir la desinformación, el texto se remite a la definición de la Comisión Europea: “Información verificablemente falsa o engañosa que se crea, presenta y divulga con fines lucrativos o para engañar deliberadamente a la población, y que puede causar un perjuicio público”. Eso incluye los procesos electorales, pero también sectores como la salud, el medio ambiente o la seguridad. Así se ha evidenciado, subraya, con motivo de la actual pandemia de covid-19, acompañada de una “infodemia [proliferación de noticias falsas] sin precedentes”.

En aplicación del plan de acción aprobado por la UE en diciembre de 2018, que instaba a los Estados miembros a desarrollar sus capacidades para hacer frente a este fenómeno y a coordinarse entre sí, el Gobierno dio luz verde en marzo de 2019 a un primer protocolo que no se hizo público. El aprobado ahora actualiza y saca a la luz el sistema español de lucha contra la desinformación.

Al frente del mismo sitúa un comité permanente, coordinado por la Secretaría de Estado de Comunicación y dirigido por el Departamento de Seguridad Nacional, con el objetivo de “asegurar la coordinación interministerial en el ámbito de la desinformación”. De este comité forman parte el servicio secreto CNI (Centro Nacional de Inteligencia); el Gabinete de Coordinación y Estudios de la Secretaría de Estado de Seguridad; la Dirección de Comunicación, Diplomacia Pública y Redes del Ministerio de Asuntos Exteriores; o la Secretaría de Estado de Transformación Digital e Inteligencia Artificial del Ministerio de Economía.

El documento reconoce que “los medios de comunicación, las plataformas digitales, el mundo académico, el sector tecnológico, las organizaciones no gubernamentales y la sociedad en general juegan un papel esencial en la lucha contra la desinformación, con acciones como la identificación y no contribución a su difusión, la promoción de actividades de concienciación y la formación o el desarrollo herramientas para su evitar su propagación”. Sin embargo, las asociaciones profesionales de periodistas o de medios de comunicación no estarán representados en este sistema, por lo que la decisión sobre qué es o no una campaña de noticias falsas queda exclusivamente en manos de la Administración.

El texto solo indica que “las autoridades competentes podrán solicitar la colaboración de aquellas organizaciones o personas cuya contribución se considere oportuna y relevante en el marco de la lucha contra el fenómeno de la desinformación”.

El protocolo establece cuatro niveles de activación del sistema. El primero, de carácter técnico, consiste en la monitorización y vigilancia de la red, para detectar y analizar las campañas de desinformación, investigar su origen y propósito, seguir su actividad, lanzar una alerta temprana y elevar el caso a un nivel superior o archivarlo, en función de su trascendencia (grado de expansión de las noticias falsas, persistencia en el tiempo y posibles efectos).

En el segundo nivel, se realiza el seguimiento y evaluación de la campaña de noticias falsas por parte de la Comisión Permanente contra la Desinformación, se activa una célula de coordinación y, si persiste su gravedad, se eleva al “nivel político-estratégico”, que corresponde al Comité de Situación o Gabinete de Crisis del Gobierno, ya en el tercer nivel. Al cuarto y último corresponde la “respuesta política” por parte del Consejo de Seguridad Nacional, que puede ir de la protesta diplomática a la denuncia ante un organismo internacional, entre otras, cuando la autoría de la campaña de desinformación puedda atribuirse a un Estado extranjero.

Respecto a las actuaciones para hacer frente a las noticias falsas, el protocolo menciona el intercambio de información con el Sistema de Alerta Rápida (SAR) de la UE y la coordinación con los StratCom (Centros de Comunicación Estratégica) europeos para la identificación y análisis de “eventos desinformativos”. También prevé la realización de campañas de comunicación pública por parte de la Secretaría de Estado de Comunicación para tratar de contrarrestar las noticias falsas.

En cambio, no menciona la posibilidad de hacer gestiones ante las grandes compañías tecnológicas para que eliminen de sus plataformas contenidos vinculados a campañas de desinformación. Esta es una práctica común de todos los gobiernos, aunque la última palabra la tienen los gestores de las redes sociales.

En realidad, las medidas incluidas en el protocolo se vienen aplicando desde hace tiempo, ya con el anterior Gobierno del PP, que monitorizó las redes para detectar las campañas de intoxicación informativa ligadas al proceso independentista catalán.

El documento anuncia la elaboración de una futura Estrategia Nacional de Lucha contra la Desinformación y la realización de simulacros, tanto a nivel nacional como europeo, para poner a prueba la eficacia del sistema. Como en el Ejército (no en vano, el departamento de Seguridad Nacional está dirigido por un general), se trata de preparase con ejercicios y maniobras para un nuevo tipo de guerra: la guerra de la desinformación.