lunes, 28 de abril de 2014

Sr. Campany, el Estado no tiene religión alguna.


Me he topado por la red con un artículo de Emilio Campmany, que fue, según dicen en elcomercio.es, hijo de Jaime Campmany, "defensor del régimen franquista". Por lo visto aquí sí se puede aplicar el refrán "de tal palo tal astilla". El artículo está escrito en tono irónico, un tono que a algún despistado le puede liar.
Lo cierto es que leyendo el curriculum de este profesional de las letras, a un servidor le da vergüenza siquiera mencionarlo:
Emilio Campmany nació en 1958. Estudió el bachillerato en el Liceo Italiano de Madrid y es licenciado en Historia Contemporánea y en Derecho por la Universidad Complutense de esa misma ciudad. Es también registrador de la propiedad y analista de Derecho Internacional del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES), donde se ocupa especialmente de los problemas legales de la lucha antiterrorista y de los conflictos, en general. Fue finalista del V premio de novela Río Manzanares en 2003 con Operación Chaplin, un thriller en torno al intento de asesinato que sufrió José María Aznar en 1995.
Un servidor tiene que conformarse con una etiqueta de anis Del Mono. Pero bueno, aun así sigamos adelante. El artículo de Campmany jr. es cortito, por eso no haremos ningún resumen de él:
                 El arzobispo trabucaire
 Lo sucedido durante el funeral de Estado por la muerte de Adolfo Suárez es intolerable. El que la liturgia católica contemple la irritante posibilidad de que el celebrante ofrezca una homilía no es excusa para hacer un panegírico de las virtudes del difunto, mucho menos si es para tacharlas de cristianas. El cardenal arzobispo de Madrid, monseñor Rouco Varela, no puede abusar de la condición de católico del fallecido y decir que la rectitud y fortaleza del que fue el primer presidente de la democracia se debían a su fe cristiana. ¡Pero cómo se puede decir eso de nadie! Rouco todavía no se ha enterado de que la fe cristiana no es ninguna virtud sino una tara, una rémora, un desdoro que hay que ocultar y disimular en nuestra feliz España, alegre y faldicorta, como acertadamente la describió un ministro socialista. El que el sacerdote oficiante sea católico y que lo fuera el muerto no le excusa del descaro de arrimar el ascua a su sardina de esa forma tan grosera. La rectitud y fortaleza fueron desde luego virtudes que adornaron al presidente Suárez, pero lo hicieron no gracias a su fe católica sino muy a pesar de ella. Rouco ignora que los católicos se caracterizan por ser cobardes y medrosos.
 Luego fue peor. Dijo que Suárez buscó y practicó tenaz y generosamente la reconciliación en los ámbitos más delicados de la vida política y social de aquella España que, con sus jóvenes, quería superar para siempre la Guerra Civil, los hechos y las actitudes que la causaron y que la pueden causar. ¡Pero cómo se puede tergiversar la historia de esta forma tan obtusa! La Guerra Civil no enfrentó en dos bandos a los españoles. Fue un conflicto entre unos militares fascistas y el resto. ¿Con quién quiere éste que nos reconciliemos? ¿Con los golpistas? Es posible que Suárez pensara que estaba practicando la reconciliación, pero es mentira. Lo que hizo fue quitar el poder a los generales franquistas y devolvérselo a los españoles que llevaban cuarenta años ansiando votar al PSOE y a los nacionalistas y no les dejaban. ¡Qué reconciliación ni qué ocho cuartos!
Y lo que ya fue para liarse a quemar iglesias es que tuviera el atrevimiento de permitir que sonara el insidioso himno nacional en la consagración. ¡Dónde vamos a llegar! El himno, salvo en eventos deportivos, no se toca nunca. Y si juegan el Barça o el Athletic, ni eso. Es que son ganas de provocar. ¿No se da cuenta este hombre de que esa maldita melodía hiere la sensibilidad de la mayoría de los españoles? ¿No se percata de que muchos de los que estaban allí no es que les repela el himno, es que no quieren ser españoles? Parece mentira que todavía haya quien no respete la diversidad de sensibilidades que enriquecen nuestra idiosincrasia como pueblo. Como mucho, lo que podía haber hecho es ponerse encima de la casulla una camiseta de la Roja. Eso no creo que hubiera ofendido a nadie, pero el himno… ¡A quién se le ocurre!
para liarse a quemar iglesias es que tuviera el atrevimiento de permitir que sonara el insidioso himno nacional en la consagración. ¡Dónde vamos a llegar! El himno, salvo en eventos deportivos, no se toca nunca. Y si juegan el Barça o el Athletic, ni eso. Es que son ganas de provocar. ¿No se da cuenta este hombre de que esa maldita melodía hiere la sensibilidad de la mayoría de los españoles? ¿No se percata de que muchos de los que estaban allí no es que les repela el himno, es que no quieren ser españoles? Parece mentira que todavía haya quien no respete la diversidad de sensibilidades que enriquecen nuestra idiosincrasia como pueblo. Como mucho, lo que podía haber hecho es ponerse encima de la casulla una camiseta de la Roja. Eso no creo que hubiera ofendido a nadie, pero el himno… ¡A quién se le ocurre!
Sinceramente, uno después de leer el curriculum vitae de Campmany jr. puede sentir sonrojo. Tantos títulos y tanta importancia profesional no le impiden comportarse como un becario buscando méritos para labrarse un futuro. Pero no no es ningún becario. Y cómo no es tal, pues debiera de saber que ya no se queman iglesias, ni se matan curas: todo lo contrario, sí señor, ahora los curas celebran funerales de Estado, cosa ilógica en un Estado que no tiene confesión alguna. Hasta Sigfredo Hillers de Luque -antiguo falangista y actual defensor de la dictadura franquista- reconoce el error diciendo que "más propio hubiera sido, en efecto, un acto laico y no religioso (...). Por separado la familia de Adolfo Suárez podía haber encargado una solemne Misa funeral (o varias) por el alma de Adolfo Suárez. Hasta ahí, de acuerdo". Aunque con este hombre es difícil coincidir aquí estamos de acuerdo.

Porqué aun reconociendo que el 70% de los españoles se declaran católicos -aunque solo se les ve en Semana Santa-, nuestro Estado no lo es, aunque se comporte cómo tal. Este pequeño detalle se le escapa a Campmany jr. Así que las palabras de Rouco, el Himno, y todo lo demás, estaban fuera de lugar. ¿Tan difícil es entender esto a un licenciado en historia, abogado y registrador de la propiedad? Por lo visto sí.

A los liberales de pro da la sensación que todavía no se har recuperad de que el PSOE ganara las elecciones y consiguiera 202 escaños en los felices ochenta. Todavía no se han recuperado del todo, ¿O es solo una pose? Podrá ser eso, ya que en los felices ochenta todos estos actuales liberales eran izquierdistas, cómo puede ser el caso de su actual jefe Jiménez Losantos, que fue candidato del Partido Socialista Andaluz, eso por no nombrar su etapa más comunista, pero es que ya se sabe: en los felices ochenta había más futuro en la órbita del socialismo. Pero bueno..., no sabemos la tendencia política de Campmany jr. durante los felices ochenta -tampoco nos importa-. Sabemos su actual deriva política. Está relacionado con el Partido Popular: escribe para Libertad Digital, grupo periodístico que fue premiado por el PP. Hemos leído en eldiario.es, que el PP financió con dinero negro a Libertad Digital -según declaraciones de Luís Bárcenas-:
En total, según recoge la contabilidad manuscrita de Luis Bárcenas del año 2004, el PP inyectó a Libertad Digital más de 400.000 euros en dinero negro, procedentes de su contabilidad en B. La propia mujer de Bárcenas, Rosalía Iglesias, participó en la operación de compra de acciones con los fondos del partido.

Campmany también colabora con el Grupo de Estudios Estratégicos (GEES). grupo donde nos encontramos a:  Rafael Bardají, fundador del GEES, ex Asesor Ejecutivo del Ministerio de Defensa en los gobiernos del PP y director de estudios de política internacional en FAES; Ignacio Cosidó, actual Director General de la Policía desde el 30 de diciembre de 2011; Santiago Tazón, miembro de la ejecutiva regional del Partido Popular de Aragón, etc, etc.

No encontramos con lo de siempre: liberales que ven con buenos ojos la pasada dictadura, y liberales que no están dispuestos a aceptar las críticas a miembros de la iglesia cómo el sr. Rouco Varela, cuando hacen esas referencias guerracivilistas oficiando una misa de Estado, y mucho menos están dispuesto a aceptar que el Estado no profesa ninguna religión. No lo digo yo, lo dice la Constitución, a la que algunos no se cansan de nombrar para azuzar a los militares contra Cataluña. Y es que sólo miramos a la Constitución cuando nos interesa. También se podían acordar de ella para parar los desahucios. ¿O no tenemos todos los españoles derecho a una vivienda digna? Lo mismo que todos los católicos tienen derecho a recibir una misa cuando estos fallecen, pero esa misa jamás debiera organizarla el Gobierno de la Nación. Para eso está la familia.

Esto me lleva a la siguiente reflexión: ¿De verdad que los liberales son así? ¿O esto es la derechona de toda la vida?