Cuando los historiadores democráticos han investigado los nombres de los asesinados durante la Guerra Civil y posguerra, salieron a la palestra otros investigadores e historiadores menos democráticos o sencillamente pro-franquistas, desmintiendo o poniendo en duda las cifras de represaliados. Lo tienen fácil, ellos -los pro-franquistas-, se ciñen a lo que dicen los registros, no saben o prefieren ignorar que esos registros no dicen toda la verdad, mienten. Podemos entender que los encargados de registrar a las víctimas de la Guerra Civil trataran de esconder la matanza: en la zona republicana también se dan casos parecidos, lo que no es comprensible es que en los tiempos que corren haya personas que sigan intentando ocultar el número de víctimas.
Aquí os dejo uno de esos ejemplos. Un artículo publicado en andaluces.es. Es la historia de Manuel Vázquez Leal, al que se le cambió el motivo de la muerte en el registro de su defunción.
La batalla de Manuel: “Quiero que en la partida de defunción de mi abuelo ponga que fue fusilado”
Expediente sobre la justificación del fallecimiento. Este título engloba la historia de Manuel Vázquez Leal, un hombre de Paterna del Campo (Huelva) al que asesinaron en aplicación del bando de guerra en 1936 y al que la propia justicia de la época, a diferencia de tantos y tantos desaparecidos que siguen sin ser muertos oficiales, se encargó de registrar como fallecido. ¿Por qué? La comisión provincial de incautación de bienes pidió su partida de defunción. Durante el trámite, tanto la Guardia Civil, como el juez de paz y los testigos certificaron por escrito al juez de instrucción de La Palma del Condado que Manuel había sido ejecutado en aplicación del bando de guerra. Sin embargo, el juez consideró que esta causa de la muerte tan evidente no podía ponerse y volvió a pedir a la Guardia Civil, al juez de paz y a los testigos nuevos testimonios pero con una advertencia: “Omita la frase de haberles sido aplicado el bando de guerra. Simplemente emplear las palabras de que fueron muertos o que fallecieron en choque con las fuerzas del Ejército Español”. Se refería también al caso del concuñado de Manuel, al que le incautaron un burro.
Y sin ningún pudor, el juez de paz, los mismos testigos y la Guardia Civil, cambiaron su declaración y donde habían dicho bando de guerra, dijeron lo que el juez de instrucción les había indicado: “De los datos que obran en este puesto, los muertos hallaron la muerte en lucha con las fuerzas nacionales el 6 de septiembre de 1936″, señala la Guardia Civil en un escrito. De Manuel se llevaron unas tierras y un mulo.
Todos estos documentos han sido localizados por su nieto Manuel Domínguez, quien, hasta el momento, se ha dado de bruces con la Justicia y la Administración para cambiar la causa del fallecimiento en la partida de defunción y honrar así a su abuelo. “Lo hago porque no sé dónde está. Si supiera dónde está yo mismo empezaba a cavar ahora mismo”, explica todavía emocionado al leer una declaración jurada de Salud, su madre, ya fallecida, en la que contaba cómo la amenazaron a ella, su hermana y su madre si continuaban llorando. Fue el momento en el que le dijeron que no acudieran más por allí, a la cárcel habilitada en el Ayuntamiento, a llevar ropa limpia ni comida porque a Manuel ya se lo habían llevado. “Fueron ellos mismos quienes certificaron que lo habían matado por bando de guerra. Y, además, ¿en qué enfrentamiento iba a morir mi abuelo si en Paterna no hubo enfrentamiento y menos en la fecha de su fusilamiento? Como así lo certifica el Archivo General Militar de Ávila con informes del Comandante de Puesto de la Guardia Civil en Paterna. No quiero que ponga eso en la partida de defunción de mi abuelo”, sostiene sin dar crédito este hombre, que está dedicando su jubilación a batallar por la memoria de su abuelo.
Coge el coche y remueve cielo y tierra. A un archivo, al otro, al juzgado. Un día en Huelva, otro en Sevilla… Lo intentó primero aportando, además de los documentos donde se comprueba la modificación premeditada de la causa de la muerte, dos testigos, ambos con más de 90 años, a quienes les tomó declaración el juez de paz. “Ambos ratificaron que en el pueblo no hubo enfrentamientos”, asegura Manuel. Saca documentos sin parar de una carpeta azul. Pero se desestimó la petición. Luego acudió a la Dirección General de Registro y Notariado. Tampoco hubo suerte. Y ahora ha llamado a la puerta de Baltasar Garzón, aún sin éxito, para que lo represente en los tribunales. Quiere que el reconocimiento que le envió el Ministerio de Justicia por ser víctima de la guerra, ponga también que fue fusilado. Que se sepa la verdadera historia.
Según cuenta Manuel, su abuelo no pertenecía a ningún partido político ni sindicato. Su teoría es que lo asesinaron por orden del cacique, aunque insiste que no tiene pruebas de ello. “Mi abuelo le tenía arrendadas unas tierras que tenía que desbrozar y luego sembraba, pero con la reforma agraria, esas tierras tenían que pasar a mi abuelo, en justa compra como así decía la ley, y eso es lo que no querían”, cuenta. A su abuelo lo sacaron directamente de su casa, de madrugada, mientras dormían. Pero hubo otros vecinos del pueblo a los que engañaron: “Les dijeron que si volvían al pueblo y paseaban a San Bartalomé no les pasaría nada. Fue mentira. Luego los mataron”.