Casi todo el mundo debe recordar aquella maravillosa estampa de un ‘camarero’ plantando cara a los antidisturbios. Yo también la recuerdo, y seguro que algunos compañeros lo recuerdan mejor que yo porque estaban allí sin tener que estar (ya comentarán si quieren), en ese mismo local, en ese mismo momento, por culpa de mi retraso al recogerlos (y por culpa de unos antidisturbios que corrían detrás mío y de otra gente, todo hay que decirlo).
Era difícil no emocionarse con las imágenes de valentía de aquel hombretón que abría los brazos en la puerta de su negocio para impedir que los orangutanes con casco entrasen a apalear a los clientes y los manifestantes que allí se habían refugiado.
Después, con el tiempo, uno se entera de que no era un simple camarero, sino el encargado de un negocio en una de las zonas más caras de España, que era afiliado del PP, y que su libro de cabecera era La Biblia. Esto tampoco es un delito. Lo que hizo estuvo bien, muy bien, y las muestras de afecto que recibió, infinitas, se las merecía aunque hubiera sido verdad que, como dicen algunos, lo que en realidad defendía era el mobiliario del negocio.
Lo que no ha estado bien es lo que este mismo ‘héroe’ ha hecho hoy en el marco deldesayuno informativo que Fórum Europa ha organizado en el hotel Ritz y que tenía como invitado a Pablo Iglesias (al que por cierto, visto lo visto, ya no creo que inviten más a este tipo de actos ‘castuzos’ porque ha estado ‘fino, fino’, casi tanto como ha puesto a los egregios asistentes).
Decía, antes de perder el hilo, que Alberto Casillas (el héroe del Prado) se ha equivocado. Yo me niego a creer que este hombre sea mala gente pero, o bien está muy mal informado (algo muy común), o bien alguien le ha empujado a hacer semejante estupidez. En cualquiera de los dos casos, lo que es extraño es que en lugar de enfrentarse a Iglesias (que nada ha tenido que ver con la suerte de su familia), no se haya enfrentado a su partido que es el que vendió el material antidisturbios (algo que tampoco es un crimen) a aquellos que presuntamente golpearon a su hija. Lo que sí lo es, lo que es criminal, es hacer negocios, y además de material represivo, con aquellos a los que consideras dictadores, y que encima tengas la cara de acusar a otros de relacionarse con esos ‘dictadores’ (que obviamente no lo son) a nivel académico, porque eso, además de una lección magistral de hipocresía, es ver la supuesta paja en el ojo ajeno y no la cierta viga al rojo vivo en el propio.
Lo de CEPS ya se ha explicado hasta la saciedad, mucho más de lo que era necesario, y hasta el punto de aclarar que Pablo ni siquiera cobró un salario por sus servicios de análisis (una explicación tan ilustrativa como redundante, porque no hubiera sido reprobable cobrar de CEPS por el encargo que un gobierno había hecho en materia de asesoría). Ya se ha explicado también que de Venezuela (como de todas partes) se puede hablar de todo lo criticable, pero sin olvidar, como siempre se hace en este país, lo mucho elogiable que también se ha hecho (y el que no lo sepa que estudie dónde y cómo estaba la población pobre de Venezuela hace 15 años). Pero lo que no es ni mínimamente razonable es que hasta se aproveche mediáticamente a un pobre hombre para incidir en la ridícula e indignante campaña de descrédito lanzada contra Podemos, en la que se convierte en noticia lo intrascendente o se inventan noticias, siendo que esas mismas noticias falsas o extrañamente criminalizadoras, sí son ciertas contra los mismos que las inventan. El mundo al revés. Surrealismo made in Spain en estado puro.